Mercados y la silla musical
Gerente general Octogone Chile
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Manuel Bengolea
Existe consenso en que las economías desarrolladas, y algunas emergentes (China entre ellas), están creciendo más de lo esperado. Los mercados laborales exhiben cierta solidez que permite aseverar que en muchos casos están cerca del pleno empleo. Por último la inflación, en el periodo de un año ha cambiado significativamente al alza, salvo Japón. Las utilidades corporativas de las empresas que transan en las principales plazas bursátiles mundiales, luego de una recesión de utilidades (causada por la caída de los precios de los commodities), comienzan a mejorar.
Si a lo anterior agregamos además el exceso de liquidez que han originado los bancos centrales con sus políticas monetarias súper “acomodativas” (tasas de interés cero, más relajos cuantitativos), no es difícil imaginarse que las valorizaciones se han disparado. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, que en un principio se estimaba como un desastre, con sus grandilocuentes proposiciones en materia tributaria, fiscal y de comercio exterior se perciben, curiosamente después de, como algo positivo para las valorizaciones. La Fed (banco central de EEUU) no sabe cómo proceder con tanta señal por parte del recientemente asumido presidente. En el caso de Europa, Marine Le Pen en Francia, más la desafección de los italianos con el Euro, tiene al ECB (Banco Central Europeo) vigilante y con pocas alternativas.
Entonces, a pesar de las evidentes señales de mejoría económica, de la incipiente inflación, de los excesos en las valorizaciones de las principales empresas de EEUU, los institutos emisores están con las manos atadas. Por una parte la Fed tiene que saber cuáles serán las políticas de Trump para saber si éstas se traspasarán a Main Street (malo para la inflación) o a Wall Street, y el ECB debe esperar los resultados electorales de Francia y el desenlace de Italia.
Esta música es muy parecida a lo sucedido hacia fines del año 2000, donde los bancos centrales del mundo por temor a la disrupción económica que el cambio de siglo podía causar, mantuvieron políticas monetarias laxas, y descubrieron luego de esa fecha que nada sucedió. Los bancos centrales debieron subir las tasas para corregir los excesos de dicha laxitud en la economía, y causaron una caída estrepitosa en los precios de las acciones, y como sucede la gran mayoría de las veces, una recesión económica.
Por ahora, los inversionistas del mundo están felices bailando al son de la música de los bancos centrales, condimentada por los excesos de los políticos, y no se imaginan que sea más que probable que una vez disipado el ruido de éstos, los presidentes de los institutos emisores deberán cortar la música. Entonces, en la carrera por encontrar una silla, muchos se darán cuenta que falta más de una. Es ahí donde el miedo le pasará la cuenta a los que usaron la codicia, y no la razón, para tomar decisiones.
Mientras más tiempo pase sin una corrección de mercado, el “miedo a pasar de largo” forzará a los inversionistas a tirar la toalla y comprar. Es decir, la música seguirá sonando y sumando bailarines para la misma cantidad de sillas.